El modo como interroga la novela “Il Questore” es la que la evidencia de la realidad nos pone en cualquier situación: podemos aventurar posibles soluciones, trabajar por ellas y abrigar ilusiones para ver que la resolución supera nuestras expectativas.
Toda la acción se desarrolla la noche de 5 de agosto de 1981, en los alrededores de Peschiera, la rivera del Garda, los restaurantes de la zona: fecha y lugares precisos donde acontecen, como llamados del destino, tres homicidios inexplicables, ante los que los personajes reaccionan pretendiendo volver lo más pronto a la rutina que los acontecimientos han detenido.
¿A quiénes se dirige este llamado? ¿Para qué? Desfilan ante nosotros varios personajes dibujados con la precariedad de sus pretensiones, recortados y limitados, casi teorias expresadas sin ánimo a desbordarse, temerosos de ir más allá de su mente, de sus esquemas, incapaces de concebir con su razón algo que pueda superarla.

Mezcla de novela policiaca, diálogo interior, guión cinematográfico y obra teatral, los capítulos varían de género en género con cantos al modo de tragedia que nos conectan con lo más intimo de la obra: una voz que alerta e interpela, que nos invita a mirar el llamado que acontece en la vida de cada persona, especialmente en los jóvenes a quienes la obra continuamente alude con la invitación de salir de sí mismos para descubrir algo tremendamente evidente: que un destino existe, a pesar de los escombros con que es sepultado para manipular nuestra voluntad, para silenciar una voz que, así, se volverá un lastre, una carga que puede volver la vida irrespirable.
En efecto, en esta época donde la humanidad es impuesta por los modelos de una mentalidad que circula como el aire que respiramos, “Il questore” propone recuperar un sano hábito: el de escuchar la realidad que nos rodea y que habita en cada uno, como un ciervo hallado en medio del bosque. ¿Seremos lo suficientemente dóciles para dejar hablar a la circunstancia y abrazar su propuesta?

Parece como si la pregunta nos arrojara a ir más allá no solo de nuestra corta mirada, sino también de la obra, directamente a la vida para encontrar una respuesta o, mejor aún, ser encontrados por ella que llama a la puerta como un visitante desconocido, pero esperado.