SALUDO AL TONALESTATE di Manuel Gómez Granados
Manuel Salvador Gómez Granados, filosofo e giornalista, da sempre al fianco di gruppi, movimenti e persone della società civile impegnate in un lavoro teso a una più equa redistribuzione delle ricchezze e a favore della dignità umana, ha partecipato a diverse edizioni del Tonalestate. Impossibilitato a partecipare al convegno di quest’anno, ha inviato un messaggio che, con gratitudine, pubblichiamo.
Cada vez me sorprenden más los organizadores del TONALESTATE. En cada emisión son capaces de poner el dedo en la llaga de aquello que es lo que más le duele a la humanidad. O, si se prefiere, de interpelara sobre la pregunta más acuciante del momento.
¿A quién si no a ellos de les ocurre dialogar sobre Pensar?
En la Premodernidad, el mito, la magia y las religiones trataban de explicar lo que ocurría en la naturaleza y el destino de los seres humanos. Los dioses se enojaban y provocaban un huracán, un temblor, la erupción de un volcán o un terremoto, y la humanidad ofrecía sacrificios para contentarlos y restablecer el equilibrio.
Con la Modernidad se endiosó a la razón y se nos dijo que todo se podía explicar científicamente. Con ella, se iniciaba un mundo de progreso incesante que construiría un mundo feliz.
Muy pronto vino el desencanto y a esa nueva sensibilidad se le llamó postmodernidad. Se acabaron los macrorrelatos, los sistemas de pensamiento. La verdad se convirtió en una pretensión soberbia. Hace algunos años el Cardenal Ratzinger manifestaba ideas muy parecidas a los obispos colombianos: “la ‘verdad’ apareció de pronto como una pretensión demasiada alta, un ‘triunfalismo’ que ya no podía permitirse. Este proceso se verifica de modo claro en la crisis en la que han caído el ideal y la praxis misionera…”
A lo más que podíamos aspirar, según la postmodernidad, era al microrrelato, al pensamiento débil, a la opinión subjetiva de cada uno y a un conceso intersubjetivo.
Luego vino la hipermodernidad. Este mundo y todas sus obras son desechables, efímeras, provisionales, ensayos titubeantes, lo que venía en todos los sentidos sería lo mejor: el automóvil, el celular, la computadora, la medicina, las ciencias, los avances tecnológicos… y dejamos de vivir el aquí y ahora en espera del porvenir que sería mejor. Recuerden, por ejemplo, La Historia sin fin, de Michael Ende. El miedo lo va invadiendo todo y nos paraliza.
Al final todas las épocas están imbricadas, y sigue coexistiendo pensamiento mágico, pensamiento moderno de ideas claras y distintas, nostalgia o desencanto, y la espera de todo lo nuevo como lo mejor.
Con este telón de fondo, resuena la pregunta, ¿qué es pensar? Según Edward de Bono, es pasar de un estado de conocimiento a otro mejor, Sin embargo, ese es un postulado sumamente optimista. También podemos pasar de un estado de conocimiento a otro peor o más fragmentado, Quizás es hacia donde avanzamos: hacia la barbarie.
Pensar se ha convertido en sentir, desear, opinar y con ello se olvidó el esfuerzo que supone conocer para pensar y pensar para conocer, sin despreciar el legado que nos dejaron quienes nos antecedieron.
Pensar sigue siendo la actividad del entendimiento distinta de la voluntad y los sentidos. Y sigue necesitando de lo que antes se llamaba la recta razón.
Dice mi Tía Margarita que en más de tres siglos de ciencia todo ha cambiado, excepto tal vez una cosa: el amor por lo simple.
Permítanme que le hable de la didáctica de mi tía Margarita. Ella es una anciana sabia que visito con frecuencia, y me platicó que no le gustaba ver la televisión, porque solo veía en las noticias un tétrico espíritu que recorría el mundo, el espíritu del miedo. Ese miedo del que habla Michael Ende.
Ella tiene mucha razón, la sociedad de nuestro siglo mira con temor al futuro. Los lazos afectivos y sociales se rompen, el terrorismo y la incertidumbre es una amenaza permanente, el consumo, sobre todo de espectáculos, dirige nuestra vida, y los psicofármacos suplen nuestras carencias afectivas o pretenden curar el renacer de nuestras tristezas o traumas de las presiones del mundo laboral o emocional.
Hay miedo a la soledad, miedo a la vejez, miedo a la enfermedad, miedo a la pobreza, miedo al compromiso, miedo a las grandes pasiones, miedo al otro, miedo a uno mismo…, en medio de esa paranoia y en los pequeños espacios de lucidez que el sistema social nos permite, aparece el pensamiento, pensar y esperanza están íntimamente relacionados.
Pensar es adquirir un nuevo conocimiento y es la capacidad de gozar, esto lo aprendí cuando mis hijos y mis nietos me dijeron: “¡Papá, abuelo, mira lo que descubrí!”. Pensar es gozar intelectualmente y este es el gran paso a la creatividad humana.
Considero que nuestra sociedad tiene que superar la tristeza y sustituirla por el gozo del acto de pensar.
Todos hemos experimentado el gozo intelectual y este ocurre cada vez que comprendemos o intuimos algo nuevo. El gozo intelectual es la culminación de todo proceso cognitivo y ocurre cuando la comprensión es nueva para una sola mente (educar, aprender…), pero sobre todo cuando es nueva para cualquier mente pensante (investigar, crear…).
Para Nietzsche, pensar era un placer sin comparación, en ningún caso quiso renunciar a él, y estuvo siempre agradecido a la vida por haberle concedido este placer. Quiso siempre vivir para poder pensar.
Dominar el pensamiento con el lenguaje obliga a una gran concentración, una tarea difícil, intensa y fatigosa. Implica disciplina y método…
Todo el mundo puede tener una gran idea, pero sólo el genio (definámoslo así), se da cuenta cuando una idea es una idea grande.
Se puede luchar contra las desigualdades de género, políticas, económicas, culturales…, pero no contra la injusticia de una genialidad mal repartida, ¡pero saben! Ese es un obstáculo auto creado, así como el pulmón necesita aire, el corazón sangre, la boca saliva, el cerebro necesita cambio. “La creatividad es para seguir conociendo”
He aquí el gran secreto de la didáctica de mi tía Margarita, La única esperanza para que una pedagogía de la genialidad sea posible es que sea posible una pedagogía del gozo intelectual.
Les deseo mucho éxito en su encuentro y un reencuentro con el gozo intelectual.