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La hora de la verdad

11 Agosto 2016 Nessun Commento

Francisco Prieto comenzaba su intervención con estas preguntas: ¿Qué hemos hecho mal? ¿De qué debemos arrepentirnos? ¿Qué debe hacer el hombre para salvar la memoria, o sea, a su historia? Si por el trajín de la vida y el incipiente individualismo a que nos lleban los medios de comunicación (pues no se trata de enviar mensajes, sino de comunicar).Tonalestate nos lleva una vez más a la hora de la verdad.

Esto nos lleva a otras preguntas: ¿Por qué las guerras? ¿Por qué el mal? ¿Por qué a tantos les falta lo mínimo para vivir? Pareciera que la crisis de todos los siglos haya llegado a la cúspide y el fin del mundo se esté acercando. ¿Puede el hombre llegar a extremos más atroces de los que ya estamos viviendo?

Las guerras y la migración han sido los temas más ventilados en las grandes tertulias del Tonalestate, verdaderos diálosgos porque los expositores nos han puesto más preguntas que respuestas, verdaderos espacios de reflexión y puntos donde es necesario hacer renacer la esperanza, porque como decía Lucia Cavalletti, desde hace años residiendo en El Salvador junto a otros amigos, parafraseando la frase de Heidegger: ahí donde existe el mal existe también lo que salva.

La hora de la verdad nos ha llegado, sólo comprometiendonos en nuestras pequeñas realidades, con los que nos rodean, en el espacio donde cada uno vive, se mueve y trabaja. ¿Hacia dónde ir? ¿A dónde dirigir la mirada? Buscar la del prójimo, obrando y caminando juntos para evitar caer siempre que se vaya lejos buscando una forma de vida digna. Se huye del dolor, de la falta de comida y casa, del horror de la guerra, de la violación de sus derechos humanos elementales, de todo lo que le niega como ser creado, hijo de un Dios amoroso.

La guerra no ha resuelto nunca los conflictos por los que comenzó; demostrado está que han sido sólo excusas y grandes intereses de los imperios para poner las armas, mientras el pueblo pone sus muertos.

Desearíamos gritar: “¡Basta ya!”, pero es la hora de la verdad, o sea, la hora de empezar, es la hora de dejar la actitud cómoda e individualista, que se despierte el “ángel del pobre”.

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